sábado, 8 de junio de 2019

El río largo y negro III


III
   En el mes de Septiembre, el campo le ofrece un regalo  a todos los animales que lo habitan: el sabor agridulce de las moras. Claro que para ello deben sortear sus ramas de espinas. Hay quien dice que por eso las zarzamoras tienen ese color de sangre. Sólo hay un habitante de estos territorios que no teme los aguijones de las zarzas: el erizo.  Su piel espinosa le permite  cruzar la orla pinchosa de las malezas sin herirse, además de protegerle de las garras de los grandes pájaros. Por ello alguien le puso por nombre Zarza que camina.
Hoy desayuna  unas moras ácidas  después de engullir un saltamontes. Bebe en un charco sucio que sobrevive del arroyo y pasa junto a la sombra de la urraca Día y noche . Hace como que no la ve mientras aquella agita su plumaje irisado.
-¡Buenos días, Zarza que camina!
-¡...!
-¡Dije buenos días!
-        ¡ Ya, ya te oí...!
-         Disculpa, pensé que no me habías oído, amigo. Conozco tu problema.
Zarza  tenía un problema: se estaba quedando sordo. Eso le había cambiado el carácter. Ahora se había vuelto huidizo y desconfiado. La sordera le aislaba del mundo, le sumía en un fondo de soledad. Añoraba cada uno de los ruidos que traía el nuevo día: el fragor de las chicharras en los aserraderos del mediodía,  el rastro sonoro de los reptiles en la hojarasca. Por eso le gustaban las tormentas con sus tremendos cañonazos. Sólo podía sentir los grandes estrépitos del rayo, de la caída de un gran árbol.

Noche y día  se acercó al oído del erizo para hablarle.

-Estaba buscándote para contarte algo que sólo a ti puede interesar. Pensaba mostrarte El río largo y negro.
-         A mí no me interesa nada y menos algo que tú me enseñes. ¡Aparta!
-         Comprendo tu desesperanza. Yo me sentiría igual que tú en este desierto, sobre todo cuando  nada puedes oír. Es por eso que debes escuchar lo que te estoy contando.
-         ¿Has dicho un río? ¡Odio el agua! La humedad ablanda mis púas, hace que me duelan los huesos.
-         ¿Quién piensa en el agua? Yo no te invito a que te bañes sino a que oigas
    -¿Te burlas? No oigo ni mi propia voz y me hablas de oír el murmullo de un río...
-         Este río del que te hablo no murmura. Es un río que ruge. Su fragor espanta a todos los que a él se acercan. Pero no a ti. He visto tu rostro alzarse feliz al cielo cuando los truenos hacen correr  a los demás.
-         Nunca oí hablar de un río así por estas tierras.
-         No soy la única que lo ha visto y oído. Pregúntale a Relámpago entre las piedras o al Guardián del olivo, ellos te lo contarán.
-         No necesito consejo de nadie.
-         ¡Ah, ser solitario! ¡Siempre andando solo! ¡No me extraña que no veas  a nadie! Pero para salir de dudas sólo tienes que cruzar la valla de piedra y lo descubrirás por ti mismo. Te dejo, tengo que resolver algunos asuntos.
El veneno de la curiosidad se había metido en la dura piel del erizo.
Estos tiempos en calma eran para él un presagio de la soledad eterna: la muerte. Decidió ir en busca de ese maldito río atronador. Su olfato le llevó hasta la linde de piedras. Trepó, saltó, se arrastró buscando un agujero por el  que pudiera cruzar el vallado y llegó a las inmediaciones de uno árboles con el tronco pintado de blanco.
El silencio era total. Sólo pudo oír a su corazón agitado por la caminata. Llegó hasta un pequeño talud y se dejó caer rodando por él, hecho una bola. Descansó allí en el fondo de aquella pequeña zanja arenosa. De repente oyó un rumor que se agrandaba a oleadas haciéndose cada vea más fuerte. Por una vez tenía razón aquella  urraca. Debía estar junto a ese río largo  y negro. El ruido se hizo más y más fuerte hasta metérsele en la cabeza, luego poco a poco fue suavizándose y lentamente se esfumó.
Debían ser las oleadas de una gran corriente. Una cascada intermitente. Tenía que verla y sobre todo oírla. Escaló el talud no sin esfuerzo y llegó al suave lecho del río. Era negro como una noche sin luna. De arenas  lisas ,apelmazadas, tibias… Debía haberse secado durante el verano. Al menos en aquel tramo. Entonces ¿dónde estaba aquella gran marejada que acababa de oír? Pero, un momento, ahora parece que se acerca otra. Iré más adentro. No me importa que la nueva ola me arrastre.
El ruido era esta vez más potente. Sonaba  como un torrente. El sonido era extraordinario, no se parecía a ningún aguacero oído hasta ahora. El estruendo era tan fuerte que en el último momento sintió miedo. Pero ya era tarde para apartarse, demasiado tarde.


Anselmo había empezado ese verano su nuevo trabajo. Era temporal sólo duraría unos meses. Formaba parte de una cuadrilla de peones camineros. El trabajo era sencillo. Debía poner unos carteles sobre el arcén para  advertir a los vehículos  de que se estaban realizando labores de limpieza y reparación en la vía pública. Llevaban varios días trabajando por aquí, por las afueras. Su compañero Paco le hacía gestos desde el otro lado.
-¡No te entiendo! ¿Qué dices?
-         ¿Te has fijado? –Paco  ya cruzaba para hablar y quizá echarse un cigarro- ¿Has visto la cantidad de carroña que hay en la carretera?
-         Sí, ya lo vi. Sobre todo culebras. Los coches las dejan aplastadas.
-Sí, vienen al calor del asfalto. También he visto un búho.
-         Es verdad, eso sí que  no lo entiendo. Porque las culebras, debe ser que no les da tiempo a apartarse,pero ese búho...
-         Claro, lo mismo que les pasa a los erizos. También caen como chinches.
-         A los búhos deben deslumbrarlos las luces de los faros.
-         Y  a los erizos  deben quedarse como atontados y se quedan ahí en medio de la carretera hasta que  los espachurran.
-         ¡Vaya escabechina!
-          Sí, ¡menudo banquete para las urracas...! Esas sí que salen ganando.
Un vuelo corto en diagonal cruzó la carretera que se deshacía al sol. Se oyó su carraspeo y luego sobrevino un silencio, un largo silencio.
FIN


jueves, 6 de junio de 2019

El río largo y negro 2/3


II

La noche cayó como un grueso trapo sobre los terraplenes. Las estrellas de fósforo chisporroteaban en el cielo de agosto. Había comenzado la charla monótona de los grillos sólo contestada de tarde en tarde por el canto asustadizo de un búho: El guardián de la oliva,  que habitaba el hueco fresco de una vieja oliva.
 Su cabeza giraba en derredor buscando desde allí el brillo plateado de algún ratón goloso de cebada o quizá de la culebra de piel de oliva. Pero no se movía ni una paja aquella noche. Todo parecía dormitar al amparo de la oscuridad. De repente oyó unos pasos y después un corto vuelo.
-¿Eres tú Día y noche?
-         Sí. ¡Me conociste! ¡No hay vista como la tuya, guardián de la oliva!
-         ¿Y que haces tú a estas horas despierta, pájara pinta?
-         No podía conciliar el sueño.
-         Será tu mala conciencia.
-         ¿Y tú? ¿Aún andas sin cenar?
-         Y me quedaré en ayunas si no te marchas de aquí y dejas de ahuyentarme la caza.
-          Está bien. Ya me marcho. Sólo pretendía pasar el tiempo contigo ya que no hay nadie más despierto que nosotros y las estrellas.  Claro  que estas estrellas no tienen nada que ver con las otras.
-         ¿Qué otras?
-         Las que pueden verse allí, junto al río largo y negro.
-         ¿De qué hablas? Nunca oí hablar de ese río. No existe.
-         Siempre tratáis de negar lo que  no conocéis. Claro que existe y te puedo asegurar que desde que lo conozco, para mí,  no hay otro sitio mejor donde pasar la noche. Hacia allá me dirijo ahora.
-         ¿Y qué es lo que vas a hacer ahora allí? Estará oscuro y no verás nada.
-         ¡Ah, búho ignorante! ¿Pero es que no sabes que ese río tiene su propia luz y sus propias estrellas?
-         Eres la mayor cuentista que conozco. No creo ni una palabra de lo que dices.
-         Está bien sigue aquí.  Todavía puede que encuentres algún grillo para cenar.
Día y noche avanzó entre vuelos y saltos hacia la linde del campo. Guardián de la oliva  le siguió con la vista y le vio subido a las losas de la cerca. De un vuelo preciso se presentó de nuevo junto a la urraca.
-¿Por qué me sigues si no crees en lo que te digo?
-         Pero ¿no ves que es imposible que un río tenga luces...?
-         Luces de colores
-         ¿De qué colores?
-         Amarillas como inmensas luciérnagas. También las he visto rojas como el corazón de una llama. Y anaranjadas. Preciosas luces  que se mueven de sur a norte, de norte a sur, que suben,  bajan  y desaparecen.
Guardián de la oliva  el búho de vista cansada se dejaba envolver por la voz provocadora de Día y noche. Jamás había visto otras luces que las parpadeantes estrellas fijas. Siempre saliendo por el mismo sitio. La luz descolorida de  la luna, encendiéndose y apagándose todos los meses del mismo modo.
Llegaron al lugar. Al contrario de lo que el viejo búho pensaba,  el río largo y negro discurría alto, tapado por una fila de árboles que apenas le dejaban asomar. A la luz de la luna espejeaba mostrando sus curvas hacia el infinito.
-         ¿Es hermoso verdad?
-         Sí, pero no veo las luces.
-         Acércate más. No temas no te mojarás las plumas.
El búho avanzó hasta el lecho de aquel extraño río. De repente vio un punto de luz lejano. Al poco rato la luz se hizo más y más ancha. Cambiaba de dirección encendiendo por un  cortísimo instante los campos con su resplandor amarillo.
-¡Ve más hacia el centro, la verás mejor!- dijo Día y noche.
Aquella luz estaba cada vez más cerca. Al salir del último recodo se le inundaron los ojos de luz. Sus patas parecían haberse quedado clavadas en el fondo de aquel río. No, no podía moverse. Y la hermosa luz se acercó más y más...


martes, 4 de junio de 2019

EL RÍO LARGO Y NEGRO (1)


“El Río largo y negro”




Es mediodía. El sol araña los barrancos ,afila los yesos que brillan como si fueran de estaño. Un vuelo corto, en diagonal,  rompe el silencio de los campos agotados con  un breve chasquido de maleza seca.
 Es “Día y noche”,la urraca, que desde la sombra lanza al aire su voz de carraca. La llaman así, porque en su plumaje blanco y negro están los dos colores:  el de la luz y el de la oscuridad, el de la vida y el de la muerte.

       Día y Noche es el único ser vivo que puede ser visto en estas campiñas ,pero no vive sola. Detrás de cada cárcava, bajo cada piedra, hay una respiración ,unos minúsculos ojos que observan el mundo.
       Día y Noche no teme a ningún enemigo. Su vuelo fugaz pero rápido y su graznido hiriente mantiene lejos de ella  cualquier peligro.
La urraca no tiene amigos. La odian todos o cuando menos la desprecian. Quizá su canto molesto, su fama de ladrona o cierto asco que provoca su forma de alimentarse.
Pero nada de eso le preocupa. La soledad no es mala compañera cuando se tiene el buche lleno. Por eso no cesa de pregonar desde lo alto de una rama, o desde un risco, sus viejas patrañas, sus cuentos pasados de moda que los demás animales oyen sin prestar atención. Pero hoy anuncia un nuevo  reclamo, una historia distinta. Seguramente otra mentira .Pero,  ¿Quién puede rechazar una mentira si está bien contada y la noche es larga y aburrida?
-¡Venid y escuchad! No os costará un céntimo.¡ Conoced la maravilla que deslumbrará vuestros ojos y fascinará vuestros sentidos!.
Lo que hasta el momento parece  una rama de un arbusto se trasforma en una culebra que se desliza con sigilo hacia Día y Noche
-Siempre estás gritando. ¿ Te propones impedir que  la  gente duerma su siesta?¿ Qué chisme  traes hoy, vieja ccharlatana?
-¿Eres tú, Sombra entre las  Piedras? ¡Ven, acércate! Tengo algo muy interesante para ti, sabia serpiente.
-Antes me arrimaría yo a un árbol ardiendo, pájara mentirosa. Habla. Desde aquí te oigo perfectamente.
-         Ayer volé más allá de la barranca hacia  aquellos árboles altos.
-         ¿Y cruzaste la valla de piedras?
-         Sí, había oído contar a las viejas urracas que más allá de la valla de piedras había muchas cosas interesantes.
-         Más allá de la valla de piedras está el peligro.
-         ¡Más allá de la valla están las cosas del mundo!
-         ¿Y para qué ir tan lejos? Aquí tengo mi casa y mi alimento. Estoy segura  y no me falta nada.
-         -¿Has oído hablar del Río largo y negro?
-         No. ¿Qué es?
-         El río más largo que jamás has podido ver.
-         Yo tengo bastante con el arroyo de los juncos. Ahí calmo mi sed y cazo  sabrosas ranas y gusarapos.
-         Pero este río no es como los demás.
-         ¿No? ¿Y qué tiene de particular?
-         Es cálido y agradable.

La serpiente  queda en silencio. Ella siempre tiene frío. Por eso le gusta tanto este tiempo. El tiempo de los grillos y de las noches estrelladas. Cuando el calor arranca el aroma dulce de los pinos, se está tan a gusto sobre una piedra, al sol...

-         De todas formas, en este tiempo,  los ríos traen el agua más templada, cuando la traen, claro...
-         Sí, ¿pero tú has visto alguno que esté también caliente durante la noche?
-         ¿Caliente durante la noche?
Las noches, aquí en los páramos son agradables; pero no las madrugadas. Para los animales de sangre fría como ella, las madrugadas siempre son un suplicio. Esa luz heladora de los amaneceres le hace tiritar,cuando, enroscada, está a merced del rocío.
-¿Y como es posible que haya un río que no se enfríe durante la noche y la mañana?
-Porque este no es un río como los demás.  Su lecho es de color oscuro y suave. No tiene piedras, ni arena. Todo él  es  liso y silencioso. Cuando llega la noche se nota su aroma cálido y acogedor desde la orilla. Podrás deslizarte sobre su superficie sin ningún esfuerzo, tu piel se calentará y tu corazón se alegrará al sentir la sangre correr por tus venas.
Sombra entre las piedras, la culebra cobarde se hace una rosca y cierra sus ojos de placer. 
-¡Quiero conocer ese sitio!
-¡Sígueme...!
-         Pero no ahora. Debo volver antes a mi casa.
-         No. Eso no es posible. Nadie más debe conocer el secreto. Si quieres conocerlo, ven ahora, si no….
Sombra entre las piedras siguió los vuelos cortos de Día y Noche hacia la valla de piedra. El silencio era absoluto. Desde lo alto del pedregal la culebra pudo ver una fila larga de árboles que parecían seguir el curso de un río.
-¡El río largo y negro!
-¡Silencio, pueden oírte!
Y la culebra continuó hacia allí, zigzagueando entre los tomillos. Nadie la volvería a ver jamás.

lunes, 13 de mayo de 2019

Mayo


Hace uno de esos días
rotundos, de silencios clamorosos.
En los que dos verdes chopos
,como pilares góticos,
sostienen un cielo azul impoluto.
Es un  día  de esos 
en que creemos vencer a la muerte.
A nuestro alrededor no hay hambre
ni niños tristes.
El enfermo mejora
y amanece sin fiebre.
Los gorriones pregonan
el tiempo benigno
de las horas largas.

En días como este
crecen las malvas y las amapolas
entre los escombros
y los solares incultos
lucen verdes y frescos.
Por  la avenida deja el árbol del paraíso
 un perfume de ausencias
y flores amarillas.

Y cuando nos acaricia una brisa fresca
sentimos que la vida 
se toma un respiro.
Y así el tiempo pasa lento
por las calles vacías.
Alguien sube la persiana,
otros saborean aún un último sueño
entre las tibias sábanas.
Las acacias se van de boda
con su velo blanco.
Y si una rosa muere mustia y desangrada,
otra brota con aroma adolescente.
Hace uno de esos días
que recordaremos siempre
aunque no pasó nada.

                                                 F.G.F


miércoles, 27 de marzo de 2019

Y vino el diablo y se lo llevó todo.

Sólo por ver la portada del Museo de Historia de Madrid, que fue antaño el Real Hospicio de San Fernando, vale la pena acercarse a la calle de Fuencarral, cruzar su portada churrigueresca y visitar la Exposición "Madrid ,ciudad educadora, 1898/1938.

Son cuarenta años para poner en pie edificios, aulas, maestros, comedores escolares...
Donde no había nada más que niños por las calles o trabajando y pasando necesidades, comienza a transformarse en una red de escuelas que tendrá su momento álgido con el advenimiento de la II República.
Y todo eso, en unos meses vino el diablo de la guerra, de la barbarie y se  llevó todo.

En el año 1935 se habían puesto en pie más escuelas que en los últimos cien años. Bellos edificos donde la República quiere dejar su impronta. En el centro de la ciudad y en los arrabales de Usera, Vallecas, Carabanchel...
En la exposición se pueden escuchar testimonios de maestros y maestras que vivieron con pasión una renovada pedagogía que ambicionaba transformar la sociedad. Y esos mismos maestros y maestras sufrieron el desgarro de una guerra que acaba con todo lo creado a golpe de bombas y más tarde de represión ciega.
Acaba la guerra y los colegios Giner de los Ríos, Antonio Machado o Jaime Vera, pasan a llamarse Santa María de esto o Nuestra Señor de lo otro. Los niños vuelven a separarse de las niñas y en las clases se cuelgan los retratos de Franco y José Antonio a uno y otro lado del crucifijo.
Miles de maestros son depurados o fusilados directamente. Ese fue el caso de Sidonio Pintado,inspector de enseñanza y amable maestro esperantista, que dirigió la Escuela de niños Sordos y que le pilló la sublevación fascista de excursión en la sierra de Guadarrama. Acabaría los últimos días de la guerra en Cataluña donde fue arrestado, fusilado y arrojado a una fosa común.

Continuamos la visita mirando los primorosos cuadernos escolares escritos con tinta y bella caligrafía, donde se habla de viajes en tren, de correspondencia escolar "queridísima amiga ,me alegra el corazón recibir tu carta"
Dibujos infantiles con aviones que sobrevuelan los cielos de Madrid arrojando bombas.

Pero aún en 1938, cuando ya no hay dinero para casi nada, la República construye ocho colegios más, alquila casas particulares para abrir guarderías, escuelas, residencias infantiles. Educar la pueblo, libros, cuadernos, lápices contra la ignorancia.
Todo inútil. Llegó el diablo y se lo llevó todo.
 Vinieron las purgas, la cárcel como le paso a Justa Freire.Una maestra de enseñanza primaria que aún en la cárcel sigue enseñando a las presas y a sus hijos. Cuando sale de la prisión pelea porque se la reconozca su título y sus dos oposiciones aprobadas. Es tan buena profesora que el British Council la contrata para su colegio de élite. Pero ella quiere trabajar en la escuela pública y ya con casi sesenta años, lo consigue aunque nunca la dejarán dar clase en Madrid.
Id a ver la exposición, está abierta hasta septiembre. Allí encontraréis las palabras de Elena Fortuny, autora de "Celia".
" Sentados en el mismo pupitre están los hijos del abogado y los del barrendero...y entre ellos están sus hermanas porque solo la coeducación puede dar a la mujer la dignidad de compañera del hombre".






Sueños de igualdad, de libertad, de fraternidad, de una escuela alegre, la escuela que tuvo unos maestros que estaban convencidos de que no hay educación sin cariño.
Id a verla  y ojalá que no venga otra vez el diablo a llevárselo.


lunes, 11 de marzo de 2019

Está oscureciendo




Llamadme Opportunity, Oportunidad. Al menos así es como me llamaban hasta hace unos días.
Ahora ya nadie me llama de ninguna forma. Las comunicaciones con la Tierra se cortaron definitivamente.
Llegué veinte días después de  que lo hiciera mi gemelo Spirit. Nunca llegamos a encontrarnos. Parece ser que aterrizó lejos de aquí , junto al cráter Gusev y anduvo vagando más de ocho kilómetros entre escorias hasta que en mayo de 2.011 se convirtió en chatarra. Más o menos lo que va a ocurrirme a mí en breve.
Tal como consta en mi disco duro, ahora ya inservible, el 13 de febrero de este año 2.019 una tormenta de polvo asoló este planeta marciano. Dust in the wind, all we are is dust in the wind.
Desde entonces mi radio enmudeció y ya solo puedo hablar conmigo mismo.
Son ya 15 años desde aquel 25 de enero de 2.004 en que mis seis ruedas se posaron entre estas piedras.
Debía recorrer un kilómetros y tomar muestras y fotografías en unos 90 días. Al final han sido 15 años y más de 45 kilómetros. 45 kilómetros cruzando cauces secos sin rastro de agua ni de vida. Tan solo un lago de esférulas, como monedas de sílice ,un tesoro abandonado por el tiempo.
Descendí por laderas de grava y quedé atrapado en varias ocasiones. Les llevó días sacar mis ruedas de entre las grietas.
En un valle sin nombre encontré un filón de hematitas, mineral de sangre, como la huella de una feroz guerra.
Aquí en esta imagen se puede ver la huella que en el polvo van dejando mis ruedas de caucho, la huella que nadie seguirá y que el viento solar borrará pronto.
Los datos que reporté a la Tierra arrojan indicios de que este planeta hace millones de años fue un lugar húmero y neblinoso.
Es difícil imaginar mirando estas dunas anaranjadas que aquí algún día crecieran musgos y líquenes, que en la espuma marina de este océano de arena prosperasen bacterias y algas.
My battery is low. Apenas una raya mortecina.¿Serán días o quizá algunas horas nada más? ¡Quién sabe,qué más da!
Sé que tan solo soy un robot rover del tamaño de un carrito de golf. Un corazón de placas de baquelita y un cerebro que solo puede recordar algunas cosas. Pero...¿Acaso vosotros podéis hacer otra cosa que recordar,que calcular vuestras propias probabilidades de vida y en todo caso de aceptar lo inevitable?
Estoy en un lugar que llaman Valle Perseverancia. Yo persevero pero it's getting dark...No sé si llegaré a ver de nuevo amanecer.
Puedo decir que he visto para vosotros paisajes terriblemente bellos,soledades espléndidas. El valle de los reyes sin reyes , sin tumbas.Yo mismo moriré de pie, dejando que la arena de Marte termine por cubrirme totalmente.
It's getting dark. Está oscureciendo. No siento frío porque las máquinas no sienten frío ni calor. Tampoco están expuestas a la tristeza ni a la melancolía. No obstante nunca es agradable  para nadie ver que tu batería está a punto de extinguirse definitivamente. Y es que este cielo estrellado...¡Es tan hermoso!


Los oficiales de la NASA declararon que la misión Opportunity se completó el pasado 13 de febrero de 2.019 después de no responder a las múltiples señales enviadas desde la Tierra. Su último mensaje decía: "My battery is low. It's getting dark"


lunes, 18 de febrero de 2019

Ali Bey llega a la Isla de Mogador.


 A Mogador, que otros llaman Assueira, se llega por un desierto de colinas de arena movediza que a Ali Bey le pareció un pequeño Saahara.
El viento forma olas de arena tan fina que se mueve a la velocidad de una serpiente.
Así una ola cae encima de la otra y como una incesante marea se forman las dunas ardientes.
Entonces, nos cuenta Ali Bey, el aire se llena de polvo por lo que hay que taparse ojos, nariz y boca.

Es este el territorio del camello pues allí su largo cuello, sus pies almohadillados le hacen avanzar donde nada pueden ni asnos ni caballos.
Tras agotadora jornada llegaron a Mogador.
Protegen a la ciudad del viento y de los enemigos unas grandes murallas de adobe que cuentan con troneras de cañón para defenderse de piratas que llegaran por la costa así como de otros bandidos que aventurarse pudieran desde el desierto.



El puerto lo forma una península con piezas de artillería y alberga una prisión donde penan sus condenas los presos sin esperanza.
Contaba ese día la ciudad con un animado mercado al que llegaban tribus bereberes que mercadeaban con dátiles, especias y tintes. El olor de las especies se mezclaba con las boñigas de los camellos y el acre sudor de las gentes.
En un castillo chato y algo miserable cuenta Ali Bey que fue recibido por el Sultán Sidi Mohamed.
A sus paso las mujeres chillaban haciéndose eco con las palmas de sus manos, en un fragor de voces humanas y animales.
Una vez pudieron lavarse, como manda el Corán y la higiene, su anfitrión les agasajó con leche agria de camella y dátiles. Tomarón tambíen té y unas presas de carne de cordero aderezado todo con hierbas aromáticas.
Cuenta Ali Bey que le ofrecieron fumar una pipa
con hojas que llaman Kifi y que entre aquellos
moros de Marruecos es costumbre encender para
compartir entre ellos.

Hasta las altas alcobas de la residencia del sultán subía el incesante rumor de las olas del océano y fuera por el efecto del Kifi, el cansancio o el influjo marino,confiesa Ali Bey que se dejó llevar de la cautivadora voz de un contador de cuentos que narraba como en el camino de Marrakech a Mogador decenas de caravanas han desaparecido entre las arenas del desierto, del mimo modo que los barcos desaparecen en el mar durante las tempestades.
Que aquellas arenas tienen vida y en pocos minutos son capaces de hacer desaparecer hombres y bestias de manera que  después no queda vestigio alguno de quien por allí pasó.
Y que sólo  Alah, el que todo lo sabe, el que todo lo ve, puede permitir que hasta aquí lleguen las caravanas.
Más adelante nos cuenta nuestro viajero que, una vez descansado, y disipados los efectos de la cena y las libaciones, todo aquello  no fue para él más que una velada más de cuentos de la noche.
No obstante reconoce Ali Bey que el camino de vuelta por aquel proceloso mar de fina arena no estuvo exento de emoción y sobresaltos cuando algún animal hundíase más de lo debido en el arenal.